La tendencia a etiquetar como “innovación” cualquier cambio o
transformación que se produce es un fenómeno que se ha extendido como una
pandemia en todo el tejido empresarial sin distinción de dimensión, sector o
creencia. El virus comenzó por atacar a esos pequeños cambios en procesos que
hasta ese momento eran patrimonio de la calidad y pronto se extendió a mejoras
de todo tipo sin olvidar las simples “ocurrencias”.
Podríamos decir que poco importan los medios si se alcanza el fin
que, en este caso, no es otro que el avance y desarrollo. Sin embargo, esta influenza acaba por afectar
negativamente a los resultados de una empresa en términos de generación de
valor y lo hace al solapar el auténtico problema que no es otro que alcanzar
una gestión integral del valor.
Las deficiencias en la gestión integral del valor afectan a todo
tipo de empresas por igual. Un dato comprobado: una empresa de entre 25 y 30
trabajadores puede llegar a perder diariamente en torno a 60 euros por esa mala
gestión. Es fácil hacer la cuenta, más de 20.000 euros al año. Quizás para una
gran corporación esta cifra fuera insignificante si no fuera porque el efecto
es exponencial.
La Gestión Integral del Valor no es otra cosa que tomar conciencia
de la existencia de dos grandes contextos de generación de valor potencial en
toda empresa: operativo y estratégico.
El contexto operativo es sobradamente conocido ya que es aquel en
el que se desarrollan los procesos y rutinas que constituyen la actividad
diferenciada de la empresa. Se trata de un ámbito formal, perfectamente
definido y controlado lo que, sin embargo, no le hace inmune a los sucesos
imprevistos.
El contexto estratégico es percibido aunque no siempre está
identificado dentro del sistema productivo de la empresa. En este ámbito surgen
los problemas aunque también las oportunidades y de la capacidad de la empresa
para gestionarlos, depende su conversión en valor real o perdida irremediable y
continuada.
No se trata de dos contextos paralelos y diferenciados en términos
reales y ese es el problema a la hora de adoptar estrategias de solución.
Cualquier persona y puesto de trabajo operan en ambos ámbitos simultáneamente.
No hay operarios y especialistas estratégicos sino personas que deben mostrar
competencias operativas y estratégicas al mismo tiempo.
En otras palabras, está muy bien extender la cultura de la
innovación en la empresa, pero siempre que antes se hayan asegurado dos
elementos previos:
1.
Una identificación clara de
los dos ámbitos de generación de valor.
2.
Una intervención en términos
de gestión del talento que situé a las personas en los niveles de competencias
requeridos para operar en estos ámbitos.
Y siguiendo con la reflexión, es lógico que sea el equipo
directivo al más alto nivel quien se encargue de dar respuesta estratégica a
problemas y oportunidades de alcance corporativo. Pero es absurdo pensar que
los problemas y oportunidades tan sólo son de esta naturaleza. Existen
“pequeños problemas” y “pequeñas oportunidades” que pueden ser detectadas por
las personas de a pie, pero si se espera a que llegue a conocimiento de
“esferas superiores”, lo más probable es que se acaben convirtiendo en
molestias y decepciones y, desde un punto de vista más materialista, en esos 60
euros diarios de los que antes hablábamos.
Concebir el talento como corporativo y no sólo como patrimonio de
unos pocos al tiempo que caminar hacia una gestión integral del valor son las
dos primeras condiciones para ganar 60 euros más al día, por lo menos…
CELIA MIRALLES & JOSE LUIS MONTERO