Una sola palabra puede llegar a crear un mundo complejo e independiente en sí
mismo. Tomemos por ejemplo la palabra “gato”. Teóricamente estas cuatro letras
tienen un significado univoco y compartido universalmente, pero si vuelven a
pensar en la palabra y se esfuerzan por identificar las imágenes que han
surgido en su cerebro, podrán confirmar la existencia de un “universo gato” que
solo le corresponde a usted. Su universo podrá coincidir en mayor o menor
medida con otros universos paralelos, pero tenga la completa seguridad de que
no existe una concepción similar a la suya en todo el planeta. Es el milagro de
la diversidad que comienza por manifestarse en nuestros más íntimos
pensamientos, pero también puede acabar resultando una pesadilla cuando alguien
pretende unificar todos esos universos particulares en una realidad única en su
interpretación.
Desgraciadamente esta tendencia es espontáneamente natural en el ser humano y no sólo se expresa
en términos de comportamiento político o religioso. De hecho, dedicamos una
buena parte de nuestra vida a aprender que un gato es “el gato”, una democracia
es “la democracia” y millones de interpretaciones similares basadas en la
necesidad de la coherencia social, moral y científica sin apenas caer en la
cuenta de que el futuro depende de nuestra capacidad de enjuiciar, relativizar
y, en definitiva, mejorar o cambiar la realidad establecida. De hecho, nuestros
aprendizajes son personales e intransferibles y tan sólo pueden ser compartidos
desde una perspectiva de progreso.
El término Recursos Humanos nació hace ya un siglo bajo este
espíritu crítico y de búsqueda de progreso en la concepción del papel de las
personas en la empresa frente al modelo dominante basado en una perspectiva de
administración científica de la misma en búsqueda de la máxima eficacia. Sin
embargo, dicen que el tiempo ha relativizado su modernidad hasta
convertir estas dos palabras en un anacronismo incomprensible en una nueva
época basada en el talento, el conocimiento y, en definitiva una concepción más
humanista de eso que llamamos empresa.
Las palabras poco importan si tras ellas se esconde una voluntad
decidida de cambio y progreso ampliamente consensuada en el seno de una
organización. Si creemos que por regalar lápiz y papel a un conejo vamos a
convertirlo en un increíble dramaturgo insultaríamos a nuestra inteligencia.
Podemos abandonar las antiguas palabras para hablar de Capital Humano,
Desarrollo de las Personas o cualquier otra ingeniosa combinación que solo
habremos cambiado para no cambiar si no afrontamos una nueva concepción de las
inteligencias múltiples, talento práctico, conocimiento tácito, trabajo en
equipo y, en definitiva, reconocimiento de múltiples caminos para la generación
de valor a partir de un solo denominador llamado personas. Poco tiene que
ver el Flyer de los hermanos Wright con un Boeing 787, pero ambos se denominan
aeronaves.
El término Recursos Humanos desaparecerá porque ésta y no otra es
la esencia del progreso humano, pero todas las señales que nos llegan indican
que, de momento, tan sólo acabamos de iniciar ese camino hacia el cambio. Son
tiempos cambiantes, momentos de turbulencias sistémicas que anuncian profundos
cambios de paradigmas, pero es inútil bautizar a la criatura cuando apenas si
hemos iniciado su gestación. Tiempos caracterizados por una intensa pugna entre
teoría y practica, nuevas ideaciones conceptuales basadas más en el deseo que
en la observación sistemática frente a un empirismo ingenuo que pretende
construir principios más propios de una ciencia pueril y deambulando entre
ambas posiciones, las fashionable solutions, soluciones mágicas que se
amparan en el simplismo y la oportunidad.
La experiencia nos dice que es el momento del trabajo de campo. El
frente de batalla no se encuentra en las facultades o escuelas de negocios sino
en la empresa misma. Los teóricos ya han consumado su papel anunciando el
cambio de rumbo. Los analistas ya nos han avisado de las consecuencias de la
globalización y sus nuevos requerimientos competitivos, el sónico avance
tecnológico, la multiculturalidad de las organizaciones, el envejecimiento de
la demografía laboral y cien factores más que están trasformando nuestra
realidad. Pero ahora es el momento de los pragmáticos en el campo de los
Recursos Humanos. Personas que aúnen un fuerte sentido práctico con una solida
propuesta metodológica para avanzar en respuestas experimentales a los
problemas propuestos al tiempo que sean capaces de extraer conclusiones,
enriqueciendo el corpus de conocimiento de la nueva realidad y permitiendo así
la progresiva construcción de un edificio teórico.
Estos investigadores de campo no son los
responsables de los departamentos, ni los consultores especializados, menos aún
profesores y catedráticos considerados aisladamente, sino más bien la
conjunción de todos ellos en proyectos experimentales junto a la necesaria
adhesión de los protagonistas principales: las personas de la organización. Y
todo ello, desde la humildad de quien aúna curiosidad y osadía, esas virtudes
que nos han hecho progresar desde las concepciones tayloristas hasta nuestros
días, abandonando tanto la soberbia teórica como la simpleza práctica porque la
verdad además de ser cierta debe resultar útil y sólo podremos conseguir hablar
de nuestros gatos cuando abandonemos la certeza del g-a-t-o.
JOSEP CAPELL & JOSE LUIS MONTERO
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