Realmente, ¿es tan importante el talento?
Aparentemente, así lo parece. Introduzca “talento” en su buscador
y se nos ofrecerán 89 millones de entradas. Si además introducimos “talent”, la
cifra asciende a 148 millones. Si realizamos la misma operación en Ted,
podremos visionar 69 presentaciones, cifra nada despreciable.
Pero, realmente, ¿es tan importante el talento?
Hemos rastreado las webs corporativas de las grandes empresas
españolas y un 86% de ellas hablan del Talento aunque también lo hacen de la
Innovación, la Creatividad y el valor del Conocimiento. Investigando más a
fondo, de ese 86%, tan sólo un 21% parecen tener un espacio asentado de gestión
del talento en su estructura corporativa. De este 21%, tan sólo un 6% parece
trascender del concepto vip del talento y trabajándolo desde una perspectiva
corporativa.
Y entonces, ¿realmente es importante el talento?
Defenestrar el modelo educativo de este país es una tarea aún más
sencilla que prepararse un bocadillo de chorizo. Pero limitándonos a cómo
maltrata el sistema a eso que llamamos talento, diremos que más que un maltrato
debiéramos hablar de exterminio. Un sistema que pretende que todos sean buenos
en todo; un sistema que continua despreciando la necesidad del cómo junto al
qué; un sistema que todavía continua debatiendo la diferencia entre capacidad y
destreza mientras habla de competencias, en fin, un sistema que evalúa para
sancionar antes que ajustar y progresar, sólo puede ser una amenaza para el
talento en potencia de todos quienes a temprana edad traspasan el umbral de sus
templos.
Así las cosas, ¿realmente es importante el talento?
El infortunio siempre se ensaña con el más débil decía Eurípides y
esto parece ser aplicable a los planes de formación subvencionados con fondos
de aquí, allá y más para allá. Planes que podrían ser una de las muchas
estrategias enfocadas al desarrollo del talento si no fuera por el pequeño
detalle de haberse convertido en figón de chorizos y maleantes de todo tipo,
tamaño, condición y procedencia que han convertido la posibilidad de
desarrollar estrategias de trabajo en equipo en pantagruélicas comidas, exóticos
viajes y algunas otras cosillas menos expresables.
Visto así, ¿realmente es importante el talento?
Si la respuesta continua siendo afirmativa, habrá que ponerse
manos a la obra para recomponer este desaguisado. En buena lógica, lo primero
debiera ser intervenir sobre el modelo educativo, pero si esperáramos a que
esto ocurriera, probablemente los dinosaurios volverían a poblar la Tierra. En
consecuencia, debemos demostrar la verdad y el valor del talento a un nivel más
práctico y material, es decir en las empresas, pequeñas, medianas, grandes y
colosales. Y puestos a ello, nuestro primer objetivo sería el decidir qué
demonios es, en realidad, el talento más allá de paradigmas y construcciones
conceptuales. En otras palabras, ¿qué debe aportar el talento a una empresa?,
¿cómo puede hacerlo?, ¿cuál es su lugar en la estructura organizativa y
operativa?, ¿qué consecuencias tiene todo ello en términos de retribución y
compensación?
La respuesta a estas preguntas ya lleva implícito un plan de
acción cuyo último objetivo debe ser la consecución de nuevo valor porque sólo
así se podrá responder afirmativamente a la pregunta ¿es realmente importante
el talento?
De hecho, el actual estado de cosas en el binomio empresa –
talento no sólo deja mucho que desear sino que incluso puede llegar a
clasificarse de despilfarro. Es como si estuviéramos restringidos a circular a
no más de cuarenta kilómetros hora, pero nos empeñáramos en conducir bólidos de
F1. Es lo que les ocurre a la mayoría de ese 86% de empresas que hablan del
talento pero apenas lo practican aunque el sólo hecho de hablar ya supone un
coste añadido.
El talento no sólo es importante sino imprescindible si queremos
seguir adelante, creciendo y mejorando. No podemos esperar a que las nuevas
generaciones lleguen no sólo con un concepto funcional del talento sino con una
gran parte del mismo potenciado y desarrollado por un sistema educativo renovado
y encumbrado a la posición que le corresponde. Es un lujo que no podemos
permitirnos. Debemos operar desde más adelante en la estructura.
Hasta entonces, continuaremos hablando del talento de tal y cual
tenista, motorista, actor o escritor. Hablaremos del talento en minúscula y
relacionado con la casualidad, suerte y grandes dosis de disciplina y trabajo
de esas personas. Hasta entonces, continuaremos haciéndonos esa gran pregunta…
Realmente, ¿es importante el talento?
JOSEP CAPELL