martes, 19 de mayo de 2015

LA TORTILLA DEL TALENTO





Como todo el mundo sabe aunque no todos lo admitan, vivimos tiempos en los que la única certidumbre es la incertidumbre. Hay quienes afirman que las incertidumbres surgen de contradicciones crecientes, pero no es menos cierto que muchos construyen sus certidumbres alimentando sus contradicciones. Pero lo realmente alarmante surge cuando son las propias organizaciones quienes crean y recrean la contradicción como estrategia de supervivencia en una falsa certidumbre.
“Cómo deben hacerse las cosas” sería una forma simple de definir lo que más ornamentalmente llamamos Gestión por Competencias, Evaluación de Competencias y todo lo que sigue.
Pero, volviendo a las simplezas, el secreto del éxito no es otro que relacionar adecuadamente dos variables: procesos y personas. Desde esta perspectiva, resultaría absurdo preguntarse qué fue antes, si el huevo o la gallina. Primero lo que hay que hacer y después cómo se debe de hacer por parte de las personas, pero sin perder nunca de vista que lo realmente importante no es el huevo o la gallina, sino la tortilla que debe resultar.
Pero he aquí que la humilde tortilla genera suficiente incertidumbre, inseguridad y finalmente  un temor inexplicable, pero suficientemente aterrador como para obligarnos a buscar refugio seguro en la flagrante contradicción. Y esta no es otra que describir genéricamente las competencias, establecer pautas de observación y niveles de consecución a partir de la ambigua objetividad de la nada.
El resultado de todo ello resulta casi siempre invariable: buscamos y evaluamos “el hacer bien” cuando, en realidad nuestro objetivo sería conseguir el “hacer lo mejor” que no debe confundirse con hacerlo mejor, sinónimo de otras historia en la organización. O como dicen los anglosajones de manera más poética:

"doing the right thing, not doing thing right”

El Talento y las Competencias no son cosas distintas, pero sí diferentes momentos de una misma realidad. Si las consideramos cosas distintas, caemos en la tentación de hablar de personas competentes y personas con talento y de ahí a eufemismos como atraer y retener el talento va un bostezo.
El talento es la conclusión final de una puesta en acción de las competencias de forma notable. Quizás el problema y la excusa final para caer en brazos de la contradicción sea el término “notable” que parece establecer una frontera valorativa que no todos podrían conseguir. Y he aquí la contradicción final: ¿nos contentamos con hacer las cosas bien? o bien ¿debemos aspirar a hacer lo correcto en términos de competencias?
Ya, ya, se está preguntando ¿y que puñetas es lo correcto?

Esa tenue frontera entre hacer las cosas bien y hacerlas de forma notable no es otra cosa que aspirar a ser una empresa normal o una organización excelente. Y, sinceramente, ¿quién no aspira a ser excelente?